Enfermedad inflamatoria intestinal
El 19 de mayo se celebra el día mundial de la enfermedad inflamatoria intestinal (EII).
La EII incluye a un grupo de manifestaciones clínicas, de base inmunológica, que se caracterizan por tratarse de procesos inflamatorios crónicos que cursan con brotes y periodos de remisión. Se clasifican en base a su sintomatología y localización, es decir, hablamos de una u otra EII según la zona del intestino que se vea afectada.
Actualmente podemos hablar fundamentalmente de dos tipos:
- Enfermedad de Crohn (EC)
- Colitis Ulcerosa (CU).
Aunque son menos habituales, también existen la colitis microscópica, colitis inclasificada y la reservoritis.
Muchas veces su diagnóstico es complicado, debido a la inespecificidad de los síntomas y produce un infra diagnóstico, que dificulta el trabajo en consulta, es decir, el establecimiento de la pauta dietética correspondiente.
Encontramos distintas consecuencias nutricionales asociadas, básicamente, al estado de desnutrición en el que pueden encontrarse algunos pacientes con EII, especialmente en pediatría dado el momento crucial de crecimiento y desarrollo en el que se encuentran. Entre las que se encuentran alteraciones de composición corporal, disminución de la densidad ósea, déficits de vitaminas y minerales; y retraso en el crecimiento (en niños).
Actualmente no existe evidencia de una “dieta específica para EII“, pero sí se conocen algunos aspectos que benefician o perjudican la sintomatología de las mismas.
Como recomendaciones dietéticas generales para EII tenemos:
- Alto consumo de frutas y verduras con fibra.
- Baja en carnes rojas.
- Baja pero no exenta de gluten.
- Con lácteos de poca lactosa por precaución.
- Alta en omega 3 y baja en omega 6.
- Sin alcohol.
- Sin productos ultraprocesados.
Esta estructura deberá estar planteada individualmente por un dietista-nutricionista especializado en patologías digestivas, y en base a la medicación correspondiente, síntomas y tolerancia de cada persona.
Sabiendo que la alimentación no puede curar esta enfermedad, si se plantea un tratamiento dietético adecuado, puede mejorar el pronóstico y la calidad de vida de la persona que la padece gracias a la mejora de la sintomatología.